El que me saludó con la derecha me apretó muy fuerte y el que me saludó con la izquierda creyó saber lo que me pasaba, pero no supo. El que se sentó a la derecha se sentó cómodo, el que se sentó a la izquierda se empezó a acostumbrar a la comodidad. Los dos se pararon, uno se paró a mi derecha y me palmoteó el hombro, el otro se paró a mi izquierda y me pegó un codazo. Les dije gracias y bajé del metro, las puertas se cerraron y ellos de pie y de espaldas eran exactamente iguales.
Por Victor Bascur Anselmi
Lamentablemente cierto
buen relato dude.-