Agitaba desesperadamente su mano diestra en señal de despedida, mientras el bus comenzaba un viaje de seis horas que para él no tenía retorno. Humillado por la miserable condición social que le había tocado vivir en aquella provinciana ciudad, el hombre juró nunca volver y emigrar hacia un futuro donde un mayor estatus económico, lo haría también una mejor persona.
Agitaba desesperadamente su mano diestra aparentando despedirse de alguien conocido pero estaba solo: nadie había ido a ese terminal a desearle buen viaje porque, en definitiva, nadie iba a extrañarlo. El hombre continuó diciendo adiós a cuanto fulano viera frente a su ventana, complacido de que todos los pasajeros hubiesen creído la mentira. Ya se sentía una mejor persona, ya prácticamente estaba en Santiago.
por Sicktor, todos los derechos reservados.
Excelente canción para un texto aún mejor.